Habiendo colapsado la civilización, las formas de entender la vida cambiaron radicalmente, tanto para bien como para mal.
Los estados se embarcaban en feroces guerras con el objetivo de arrebatar los recursos a otras regiones, en un intento desesperado por mantener su ostentoso nivel de vida. Sin embargo, las regiones y estados más perjudicados oponían resistencia y les resultaba difícil lograr sus objetivos, que solían contar con gran desaprobación por parte de la sociedad, pues de todas formas la mayoría de recursos conquistados se la repartían las clases dominantes. La esclavitud y el genocidio estuvieron presentes en incontables países y regiones. Pero las tensiones nunca cesaron.
En un solo mes, en el año 2050, se lanzaron 18 bombas nucleares en varias partes del mundo, que extinguieron numerosas especies y mermaron enormemente la población humana. Las bombas nucleares se lanzaban sin piedad entre naciones poderosas. Quizá, muchas lo hacían por rabia y como última muestra de su poderío, aunque fueran a desaparecer minutos después de lanzar las bombas; siempre fieles a su nación, ejecutaban las órdenes.
La destrucción fue casi total. Ninguna ciudad de gran tamaño quedó en pie, y las que lo hacían se convertían en un infierno para sus residentes. No era posible mantener el nivel de vida de una ciudad cuando lo que la sustenta ha desaparecido; no había agua, alimentos, electricidad...
Estaban en juego dos visiones: la libertaria y la autoritaria. Cuando se iban acabando las reservas de agua y la gente no podía satisfacer sus necesidades básicas, la tensión no podía ser mayor.
Como era de esperar, la lucha por los últimos recursos se desataba en muchas ciudades, donde la gente, desesperada, aislada y antes esclavizada solo había aprendido a seguir sus instintos básicos, haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir.
Ya no había estados ni ejércitos de robots ni corporaciones monopolistas. La mayoría de personas que sobrevivieron cuando cayeron las bombas, murieron poco después por enfermedades o heridas causadas por la radiación. Casi nadie quería oír hablar del antiguo sistema, pero aún así surgieron bastantes grupos autoritarios, que instauraban pequeñas dictaduras y arrasaban con lo poco que quedaba vivo a su alrededor, cavaban su propia tumba.
En lugares menos poblados y donde menos arraigo tuvo la ideología que llevó al mundo al borde de su destrucción total, pequeños grupos encontraron la ocasión de desarrollarse completamente sin la opresión y los continuos ataques del sistema que ya no existía. Conocían las dictaduras de primera mano; tenían claro que la única forma de sobrevivir, ser felices y vivir en paz era trabajando cooperativamente, sin jerarquías ni poder absoluto.
Las pequeñas comunidades pronto se reconstruyeron y aplicaron los principios de solidaridad y apoyo mutuo. Las decisiones se tomaban en asambleas, tratando de aplicar siempre el consenso. A diferencia de las pequeñas dictaduras y otros grupos autoritarios, alrededor de las pequeñas comunidades libertarias, la naturaleza volvía a surgir de las cenizas.
Hicieron falta varios años más para asentar el modelo cooperativo. Las pequeñas comunidades ahora estaban asociadas en federaciones, llegando a tener la extensión de países. Colaboraban en la defensa frente a eventuales agresiones de saqueadores de los pocos grupos autoritarios que se atrevían a atacar algún pueblo. Estaban asentando un nuevo modelo de sociedad, demostrando su validez en la práctica.
Estaban reconstruyendo la tecnología, la cultura y los valores propios de su sociedad. Antes de la terrible guerra nuclear existieron personas que compartían sus valores, pero que eran minoría o estaban oprimidas. Recuperaron ese conocimiento almacenado en forma de libros, herramientas, software libre, diseños abiertos, estándares abiertos... Poco quedaba de lo demás. Quizá algunos dispositivos de almacenamiento de algún servidor contenía algo, pero muchas veces estaba cifrado y no era posible leerlo o utilizarlo sin una clave, esto paso sobre todo con el contenido restringido usando DRM1 y software privativo.
La sociedad cambió un montón, y el individuo y la comunidad se desarrollaban plenamente y sin ataduras. Esta vez respetando el medio ambiente: desarrollando el veganismo, la agricultura ecológica y permitiendo la liberación animal de la opresión del ser humano.
Poca gente de mi generación puede entender este nuevo proyecto que hoy estoy redactando. Y es cierto que poca gente ha sobrevivido, y que hay quien ha puesto los cimientos de esta nueva sociedad... Es solo la impresión que tengo, al haber vivido estas dos etapas históricas antagónicas. La clase opresora no se imaginaba lo que ocurriría, pensaban en su estabilidad en el sistema, en el consumo de productos, en disfrutar encerrados en sí mismos sin importarles lo que ocurría a su alrededor; no les importaba que para vivir así tenían que destruir la vida, tenían que trabajar más, tenían que administrar la muerte.
A veces me cuesta creer que todo lo que he visto y he vivido haya sucedido de verdad. Ha caído un sistema que parecía eterno. Yo me alegro de haber ayudado a acabar con él y de haber contribuido enormemente a crear esta nueva sociedad. Espero que este relato que ahora os cuento no caiga en el olvido y sirva para que no cometáis los errores pasados.
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DRM son las siglas en inglés de Digital Rights Management, gestión de derechos digitales. Denotan las tecnologías que se usaban para evitar que el conocimiento fuera accedido y compartido. Por eso, algunas personas llamaban irónicamente al sistema Digital Restrictions Management, gestión de restricciones digitales en español. ↩
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