Habiendo colapsado la civilización, las formas de entender la vida
cambiaron radicalmente, tanto para bien como para mal.
Los estados se embarcaban en feroces guerras con el objetivo de
arrebatar los recursos a otras regiones, en un intento desesperado por
mantener su ostentoso nivel de vida. Sin embargo, las regiones y estados
más perjudicados oponían resistencia y les resultaba difícil lograr sus
objetivos, que solían contar con gran desaprobación por parte de la
sociedad, pues de todas formas la mayoría de recursos conquistados se la
repartían las clases dominantes. La esclavitud y el genocidio estuvieron
presentes en incontables países y regiones. Pero las tensiones nunca
cesaron.
En un solo mes, en el año 2050, se lanzaron 18 bombas nucleares en
varias partes del mundo, que extinguieron numerosas especies y mermaron
enormemente la población humana. Las bombas nucleares se lanzaban sin
piedad entre naciones poderosas. Quizá, muchas lo hacían por rabia y
como última muestra de su poderío, aunque fueran a desaparecer minutos
después de lanzar las bombas; siempre fieles a su nación, ejecutaban las
órdenes.
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