¿Fantasmas?

El vulgo no entiende nada: es muy vago y no quiere pensar por sí mismo. Entretenimiento en todo momento, comida... ¿qué más puedes pedir? Tiene incluso orgullo de formar parte de este paraíso, que defenderá ondeando telas de colores y articulando «su» meditada opinión. Hasta ahora le va bien consumiendo su vida rodeado de fantasmas —como diría Max Stirner—; ¿pero creerá en fantasmas cuando no tenga nada que llevarse a la boca?, ¿cuándo no pueda evadirse más?

Con la extinción masiva de especies, la brutal perdida de suelo, el encarecimiento del petróleo y demás problemas creados, quien peor parado puede salir es quien vive en otra realidad, aunque nadie se libra.

Continúa leyendo ¿Fantasmas?

Internet contamina, úsalo de forma consciente

Internet contamina, y mucho. El coste energético de toda la infraestructura de Internet es muy grande. Es difícil contabilizar el consumo energético y el impacto ambiental de Internet de forma precisa. Según leí el año pasado, el 10% de la electricidad global se destina a Internet1.

¿Cuáles son los usos más contaminantes de Internet? ¿Cómo usar Internet de forma más responsable? Si bien mantener una reunión por Internet es menos contaminante que coger un avión y cosas por el estilo, hay usos de Internet muy ineficientes y contaminantes.

Continúa leyendo Internet contamina, úsalo de forma consciente

Más tecnología para resolver los problemas creados por la tecnología

Dicen por ahí que la principal causa del calentamiento global, la tecnología industrial, es también su solución.

En varias publicaciones que hoy he hojeado en una biblioteca me he enterado de que con ciertas nuevas tecnologías se podría lograr una mayor eficiencia que reduzca la contaminación y las emisiones.

Convenientemente omiten el coste ambiental y de recursos no renovables que supone la producción, el despliegue, el uso o el mantenimiento de la tecnología maravillosa de turno. Las revistas y periódicos con un gran número de lectores tienen detrás una financiación que determina en gran medida su línea editorial. Es obvio que no van a criticar a quienes los financian, sino que van a decir solo cosas buenas de ellos. Me refiero a las grandes empresas tecnológicas, que tanto dinero mueven.

Que va a gastar más electricidad, que va a usar materiales no renovables durante la producción, que si es perjudicial para la salud: esas objeciones no existen. Miran solo lo bueno, aunque sea insignificante comparado con lo malo.

A más tecnología industrial, más contaminación. No lo digo yo, lo dicen los datos. Esos son también macrodatos (o como dicen los «entendidos», big data), pero parece que no los procesan muy bien.

La privacidad es un asunto colectivo

Mucha gente da una explicación personal de por qué protegen o no su privacidad. A quienes no les importa mucho se les escucha decir que no tienen nada que ocultar. Quienes se preocupan lo hacen para protegerse de empresas sin escrúpulos, de estados represivos, etc. En ambas posiciones se suele asumir erróneamente que la privacidad es un asunto personal, y no lo es.

La privacidad es un asunto tanto individual como público. Los datos obtenidos por grandes empresas y gobiernos rara vez se usan de forma individualizada. Podemos entender que la privacidad es un derecho del individuo en relación con la comunidad, como dice Edward Snowden:

Argumentar que no te importa la privacidad porque no tienes nada que esconder no es diferente a decir que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada que decir.

Tus datos pueden ser usados para bien o para mal. Los datos recogidos de forma innecesaria y sin permiso se suelen usar para mal.

Los estados y las grandes empresas tecnológicas violan flagrantemente nuestra privacidad. Muchas personas dan su tácito beneplácito argumentando que no es posible hacer nada para cambiarlo: las empresas tienen demasiado poder y los gobiernos no van a hacer nada para cambiar las cosas. Y ciertamente esa gente acostumbra a dar poder a empresas que ganan dinero con sus datos y le está diciendo así a los estados que no va a ser una piedra en el zapato cuando quieran implementar políticas de vigilancia masiva. En el fondo, dañan la privacidad de quienes se preocupan.

La acción colectiva empieza en el individuo. Cada persona debería reflexionar si está dando datos propios que no debería, si está favoreciendo el crecimiento de empresas antiprivacidad y, más importante aún, si está comprometiendo la privacidad de sus allegados. La mejor forma de proteger la información privada es no darla. Con una visión consciente del problema pueden apoyarse proyectos en defensa de la privacidad.

Los datos personales son muy valiosos —tanto que algunos los llaman el «nuevo petróleo»— no solo porque pueden ser vendidos a terceros, sino también porque dan poder a quién los tiene. Cuando se los damos a gobiernos, estamos dándoles poder para que nos controlen. Cuando se los damos a empresas, les estamos dando poder para que influyan en nuestro comportamiento. En última instancia, la privacidad importa porque nos ayuda a preservar el poder que tenemos sobre nuestras vidas, el que tanto se empeñan en arrebatarnos. Yo no voy a regalar ni malvender mi datos, ¿y tú?