Recortar archivo multimedia con FFmpeg

Si solo quieres editar un archivo multimedia para recortar su principio, su final o ambos, lo más rápido es usar FFmpeg. FFmpeg se puede instalar en distribuciones basadas en Debian con sudo apt install ffmpeg.

Si queremos quitar los 10 primeros segundos de un archivo multimedia, basta con ejecutar FFmpeg así:

ffmpeg -i cancion.mp3 -ss 10 cancion2.mp3

Después de -i se especifica el archivo que queremos editar (cancion.mp3); -ss seguido de 10 indica los segundos que queremos quitar; finalmente, se especifica el nombre del nuevo archivo, cancion2.mp3.

Si queremos quitar tanto el principio como el final, podemos añadir el argumento -to:

ffmpeg -i cancion.mp3 -ss 15 -to 04:10 cancion2.mp3

Después de -to debe haber una posición, en este caso el minuto 4 y el segundo 10 (04:10). También existe la posibilidad de usar -t, que para obtener el mismo resultado se usaría así:

ffmpeg -i cancion.mp3 -ss 15 -t 235 cancion2.mp3

-t indica que se grabará hasta pasados 235 segundos en el nuevo archivo. En este caso, esos 235 nuevos segundos se grabarán después de saltarse los 15 primeros.

Odysee con privacidad con librarian

Odysee es un sitio web de vídeos que usa un protocolo libre llamado LBRY que usa una cadena de bloques para compartir ficheros y remunerar a los creadores con su propia criptomoneda. Mediante LBRY no se puede censurar un vídeo, como sucede con muchas plataformas actuales.

El problema es que la plataforma Odysee no es muy respetuosa con la privacidad y requiere JavaScript —aunque su código es libre—. Como alternativa existe librarian. Una instancia recomendada es https://lbry.projectsegfau.lt/, pero también existen otras.

Julian Assange será extraditado al país que planeó asesinarlo

El gobierno británico decide extraditar a Julian Assange a Estados Unidos, el país que planeó asesinarlo; sus abogados recurrirán al Tribunal Supremo.

El trato recibido por Assange en prisión en Reino Unido es inhumano: torturas psicológicas que le han llevado a sufrir un estrés extremo y a tener ganas de suicidarse, según las observaciones de más de sesenta médicos y del relator especial de las Naciones Unidas. En Estados Unidos puede llegar a cumplir penas que sumen 175 años bajo la Ley de Espionaje. Assange actuó como periodista publicando abusos de poder y crímenes de guerra.

Saltar muros de pago de periódicos

Muchos periódicos muestran muros de pago que nos impiden ver el contenido completo de los artículos. Existen, sin embargo, algunos trucos para evitarlos.

Una extensión útil para el navegador que nos permite saltar esos muros de pago es Bypass Paywalls Clean. Esta extensión funciona para sitios web populares, y pueden añadirse fácilmente otros. ¿Cómo funciona? Básicamente, la extensión usa trucos como desactivar el JavaScript, desactivar las cookies o cambiar el agente de usuario al de una araña web conocida (como Googlebot).

No hace falta instalar la extensión anterior si no quieres. Sigue leyendo para conocer al detalle los trucos que se pueden usar para evitar gran parte de los muros de pago.

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Manifiesto por la guerrilla del acceso abierto

La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren preservarlo solo para ellos. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y publicaciones, está siendo digitalizado y cerrado por un puñado de empresas privadas. ¿Quieres leer publicaciones que presentan los resultados científicos más conocidos? Tendrás que enviarle un montón de dinero a editoriales como Reed Elsevier.

Hay quienes luchan por cambiar esto. El movimiento por el acceso abierto ha luchado valientemente para asegurarse de que los científicos no cedan su derecho de autor, sino que en su lugar se aseguren de que su trabajo se publique en Internet, bajo términos que permitan su acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo solo servirá para cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta este momento se habrá perdido.

Ese es un precio muy alto por el que pagar. ¿Obligar a los académicos a pagar dinero para leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras y solo permitir leerlas a la gente en Google? ¿Proporcionar artículos científicos a quienes están en universidades selectas en el primer mundo y no a los niños del sur global? Es indignante e inaceptable.

«Estoy de acuerdo», dicen muchos, «¿pero qué podemos hacer? Las empresas tienen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso, y es completamente legal —no hay nada que podamos hacer para detenerlas—». Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.

Vosotros con acceso a estos recursos —estudiantes, bibliotecarios, científicos—, os han dado un privilegio. Podéis alimentaros de este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo no puede entrar. Pero no es necesario —de hecho, moralmente no podéis— que mantengáis este privilegio solo para vosotros. Tenéis el deber de compartirlo con el mundo. Y lo habéis hecho: intercambiando contraseñas con colegas, rellenando solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, quienes han sido bloqueados no están de brazos cruzados. Os habéis colado por agujeros sigilosamente y habéis trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con vuestros amigos.

Pero todas estas acciones se llevan a cabo en la oscura y oculta clandestinidad. Las llaman robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral —es un imperativo moral—. Solo quienes están cegados por la codicia se negarían a que un amigo hiciera una copia.

Las grandes empresas, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo exigen —sus accionistas se rebelarían por menos que eso—. Y los políticos a los que han sobornado las respaldan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia en el cumplimiento de leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, siguiendo la noble tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.

Necesitamos tomar la información, dondequiera que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de autor y añadirlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Red. Necesitamos descargar revistas científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos pelear por el acceso abierto de guerrilla.

Con suficientes de nosotros, alrededor del mundo, no solo enviaremos un mensaje fuerte que se oponga a la privatización del conocimiento; haremos que sea una cosa del pasado. ¿Te unes a nosotros?

Aaron Swartz

Julio de 2008, Eremo, Italia